marzo 27, 2023
Cine

Guilty Pleasure

Cuando se es un cinéfilo de pro, intelectual y relacionado con otros cinéfilos tan intelectuales y de pro como es uno, que sostienen apasionados debates en la libería 8 y medio frente a un té rojo sobre la última joya escondida del cine regional valaco, no se puede afirmar con alegría que te gusta cualquier película. Débese defender ardorosamente Las invasiones bárbaras, conocer al dedillo cada interminable plano de la filmografía de Andrei Tarkovsky y degustar con fruición los estrenos de la Europa periférica. Es de ley, igualmente, considerar a Clint Eastwood o Lars von Trier directores medioqué por haberse vendido al satánico cine comercial, mirar por encima del hombro a Sofia Coppola porque su trabajo es una frivolité y repudiar instantáneamente a cualquier ser descerebrado y nocivo que pretenda hacer una película simplemente para entretener.

Sin embargo, cuando este cinéfilo tipo llega a su casa, después de haber pasado tres horas pontificando con pasión sobre las maravillas del Fausto de Aleksandr Sokurov, se asegura con aprensión que se encuentra solo, cierra puertas y ventanas, apaga las luces y se calza enterita la saga Terminator, tercera y cuarta entregas incluidas. El infeliz cinéfilo, que siempre se ha dedicado más a parecer la mujer del César que a terminar de serlo, se está concediendo un guilty pleasure. Ensayaremos una definición, ya que la RAE no ha tenido aún a bien incluirlo en su diccionario:

Guilty pleasure: 1. Dícese de aquella película o franquicia, principalmente de acción y/o humor grueso, que consigue gustar y divertir a un amplio espectro de espectadores a pesar de ser evidente, intrínseca, diabólica y cancerígenamente mala.

2. Sensación de entretenimiento y placer culpable que produce el visionado de dicha clase de filmes.

Una vez que hemos delimitado el objeto de estudio, procederemos a enumerar una serie de películas guilty pleasure que nos divierten y mucho, qué demonios. En esta casa no somos exquisitos con lo que vemos y sobre lo que escribimos (me remito a las pruebas) y, aunque cuando vayamos a pedir trabajo a Fotogramas nos largarán diciendo que Roma no paga a traidores, hoy nos habremos divertido. Con las películas organizadas en un estricto desorden cronológico, allá vamos:

1. Plan de escape (Escape plan, Mikael Hafström, 2013): Si existe una prueba inequívoca de que Apolo existe y vela por nosotros, es la resurrección de Sylvester Stallone. El héroe de acción ochentero está viviendo una tercera (o cuarta, o quinta) juventud, en la que ha dado en la tecla correcta para combinar la acción de sus primeros tiempos con un gran sentido del humor y una encomiable capacidad para reírse de sí mismo y de su edad. Y lo mejor es que Sly no está solo, como podemos comprobar si vemos Los Mercenarios. El regreso al éxito de Stallone coincidió con el regreso al cine de otro grande entre los grandes, Arnold Schwarzenegger, que desde que dejó el cargo de gobernador de California no ha parado. De hecho, su primera película como protagonista tras su vuelta, El último desafío, podría aparecer en este artículo perfectamente. Ambos actores combinan en Plan de escape su espantosa dicción y sus abultados músculos para pasárselo bien y hacérnoslo pasar bien a los demás. El sencillo argumento consiste en que Stallone es encarcelado en una prisión de máxima seguridad y, dentro, se hace colegui de Chuarche, por lo que ambos se intentarán escapar (con mucha sutileza, como pueden imaginar). La película nos deja varias escenas hilarantes en las que los sexagenarios protagonistas tienen que provocar una distracción y, como no tienen nada más a mano, se lían a atizarse unos zurriagazos tremebundos; además, tenemos una pelea entre Stallone y Vinnie Jones y un momento revival de Terminator. ¿Qué más quieren?

2. Delta Force (Menahem Golan, 1986): Cualquier película de Chuck Norris merece estar aquí. Hemos escogido esta igual que podríamos haber elegido cualquiera de las entregas de Desaparecido en combate o McQuade, lobo solitario. En Delta Force, un avión de pasajeros es secuestrado por la milicia libanesa con el fin de conseguir rehenes. Los terroristas seleccionan a varios de los pasajeros de origen judío para llevárselos a Líbano, así como a un sacerdote católico que se solidariza con ellos, así que algo de fondo tiene la película (tampoco mucho). Pero no deben preocuparse, porque en seguida es alertada la Delta Force, un grupo de élite altamente entrenado para este tipo de situaciones y cuyos miembros van vestidos con un mono de técnico de aire acondicionado. Lo más sorprendente de esta película, más incluso que el hecho de que los Delta Force no causen que muera ningún rehén con lo bestias que son, es el reparto. De hecho, es un gran reparto. Entre los pasajeros del avión podemos encontrar a Martin Balsam (Psicosis; Pelham 1,2,3), Shelley Winters (La noche del cazador, Alfie, Lolita) y George Kennedy (La leyenda del indomable); el líder de la guerrilla es Robert Forster (Jackie Brown) con un poco de betún; y la Delta Force se encuentra bajo el mando del general interpretado por Robert Vaughn (Los siete magníficos, Bullit) y, en el campo, por el gran Lee Marvin, en su última película antes de morir. Y, por supuesto, lo tenemos a Él, disparando a pecho descubierto sin ser tocado, dando buenas coces a los libaneses y conduciendo, ojo, una moto que salta y tira misiles.

3. Transformers: La venganza de los caídos (Transformers: Revenge of the Fallen, Michael Bay, 2009): La primera película de Transformers aún era un trabajo telendo. Ya sea por la novedad, por Jon Voight, porque el Optimus Prime vs Megatrón no estaba agotado, pero tenía un no sé qué que qué sé yo. La segunda era mala, y mucho. Las inconsistencias en el guion y la historia se sucedían una tras otra, los personajes estaban aún más estereotipados que en la primera y Shia LaBoeuf y John Turturro estaban totalmente fuera de control (pónganme aquí un asterisco, porque John Turturro mola mucho cuando está descontrolado). Ah, y seguían saliendo los puñeteros padres. No obstante, a pesar de todo esto, resulta hilarante ver a Michael Bay pensando que está haciendo una gran película, con esas músicas épicas y esos discursos tan encendidos como vacíos sobre la necesidad de salvar a la raza humana (como si nos lo mereciéramos). Al final, la principal virtud que tiene la película es ver a robots del tamaño de supermercados arreándose entre ellos, y eso está muy bien.

4. Machete Kills (Robert Rodríguez, 2013): Si ya la primera parte de Machete era delirante, en esta segunda entrega Robert Rodríguez se erige en demiurgo absoluto de la representación y el universo diegético. Vamos, que hace lo que le sale del trigémino con la verosimilitud, la realidad y cualquier posible ley de la lógica y la razón. Empezando porque Charlie Sheen es el presidente de los EE.UU. y siguiendo por la descacharrante escena en la que Danny Trejo está ahorcado y sigue con la mirada al sheriff de policía; el esquizofrénico personaje de Mendez (Demián Bichir), que no tiene por dónde agarrarlo; el asesino Camaleón, un personaje interpretado por cuatro actores distintos, entre los que se encuentran Cuba Gooding Jr, Antonio Banderas con bigotón y Lady Gaga; y el indescriptible villano al que interpreta Mel Gibson, que si ya el malo de la primera era raro, este ni les cuento. Machete Kills está constituido por una secuencia de despropósitos, uno tras otro. No dejen de verla.

5. Flash Gordon (Mike Hodges, 1980): Para crear esa amalgama cultural que es Star Wars, George Lucas tuvo varias influencias: los western de John Ford y Sergio Leone, las películas de samuráis de Akira Kurosawa y los tebeos de Flash Gordon. En 1980, y aprovechando el rebufo del éxito de las galaxias (ese año se estrenó El imperio contraataca), el productor Dino de Laurentiis estrenó una adaptación de Flash Gordon. Y en qué hora. Flash Gordon consiste en que el malvado emperador galáctico Ming decide destruir la tierra y, por diversas circunstancias, nuestra salvación depende de un jugador de fútbol americano mazado, con una envidiable cabellera rubia y más simple que el asa de un cubo. Como si mandamos a Beckham, vamos. No contentos con eso, De Laurentiis, que es un experto en lo hortera (véase Dune), termina permitiendo que todos y cada uno de los personajes se vistan de mamarrachos, provocando epilepsia entre los espectadores más sensibles ante tanta exuberancia de color. Y lo peor es que esto no lo interpretan actores de medio pelo. Entre los secundarios con importancia encontramos a Timothy Dalton, que suponemos que ocultó esta película en su currículum para poder ser posteriormente James Bond; Brian Blessed, prestigioso actor británico y shakespeariano, que interpretó a Augusto en la serie Yo, Claudio y ha trabajado varias veces con Kenneth Branagh; y, sobre todo, al legendario Max Von Sydow interpretando a Ming, esperamos que porque se confundió de rodaje y se metió al que no era. Por último, la banda sonora está compuesta nada menos que por Queen, ¡pero ni siquiera eso es bueno! Probablemente el tema principal de la película fuera una de las peores composiciones de la historia de la banda. Por todo ello, Flash Gordon es una película absolutamente imprescindible.

6. Venganza (Taken, Pierre Morel, 2008): El mejor guilty pleasure de los últimos años, con diferencia. Producida por Luc Besson (director de León el profesional y El quinto elemento), Venganza es una película de acción simple, eficaz y que va al grano. Liam Neeson es un ex agente de algún servicio de Inteligencia cuya hija se va de viaje a Francia. Allí es secuestrada por la mafia albanesa para ser vendida como esclava sexual. Neeson está hablando con ella por teléfono en el momento del secuestro, y partirá hacia París para recuperar a su hija. En un primer momento, la película se medio vendió como que trataba el tema de la trata de blancas. Mentira. La trata de blancas es una excusa para desplegar las inverosímiles actividades de rastreo de Bryan Mills y ver cómo desmantela a la mafia albanesa en París él solito y sin demasiado problema. Porque hay que ver cómo pega Neeson. Se dedica a ir haciendo un gurruño a los malos según se cruzan con él. Y si no los cruje con sus técnicas de artes marciales, lo hace con su voz de ultratumba, que parece salir de la boca del Averno.

7. Sor Citroën (Ídem, Pedro Lazaga, 1967): Sí. Sor Citroën. ¿Qué pasa? Si Venganza estaba protagonizada por Liam Neeson, el hombre que se tragó un pozo, el reparto de Sor Citroën está encabezado por Gracita Morales, la mujer que se tragó un silbato. Es imposible tener la voz tan aguda. En cualquier caso, y si obviamos las machistadas propias de la época (que las hay, y muchas), se trata esta de una película muy divertida. Las aventuras de la hermana Tomasa Carrasco, «Sor Citroën», al volante de su Dos Caballos son descacharrantes. La monja se dedica a facer y desfacer entuertos, ya sea ayudando al pillo al que interpreta José Luis López Vázquez a que vaya por el buen camino o destrozando el puesto de globos de José Sacristán. Pero, sobre todo, y bajo mi punto de vista, el mayor atractivo de la película es Rafaela Aparicio, uno de los mayores genios de la comedia que ha dado este país, y que interpreta a la hermana compañera de Sor Citroën, que se pasa la película haciéndose cruces (nunca mejor dicho) ante las aventuras de la monja chófer. No me sean exquisitos y permítanse unas risas con Cine de Barrio.

Considérense en su confesorio particular: aquí tienen la sección de comentarios para aportar aquellas películas que les gusta ver pero no lo pueden confesar. Y diviértanse con el cine, por el amor de Apolo.

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