mayo 31, 2023
Cine

Canino: Individuos programados

Yorgos Lanthimos ha conseguido que un público universal se acerque a Grecia sin que se hable de su crisis económica.  Su peculiar manera de reflejar los aspectos más característicos de la sociedad actual, con esa comedia en la que el humor no está presente, ha sido una constante de su cine. Los últimos ejemplos han sido Langosta (The Lobster, Yorgos Lanthimos, 2015), El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2007) y La favorita (The favourite, 2018), todas ellas ya en inglés. Pero hoy nos vamos a detener en Canino (Kynodontas, Yorgos Lanthimos, 2009), escrita por Lanthimos y  Efthymis Filippou.

Canino ya deja claro con su título de qué va la cosa. ¿Puede educarse a una persona como a un perro? Dentro de esta pregunta pueden encajar diversas cuestiones para ser planteadas. Podemos entender el film como un simple juego humorístico en el que se intentan seguir las técnicas de adiestramiento canino en humanos. También, podemos plantearnos que es un drama familiar en el que los padres se niegan a dejar escapar a sus hijos. Sin embargo, una manera más ambiciosa de analizarlo es como reflejo de una sociedad.

¡Cómo nos gusta hablar de la alienación del individuo! Desde tiempos inmemoriales ha sido uno de los temas centrales la filosofía y la sociología. Llegaron las distintas teorías de la comunicación hablando de la influencia que los medios ejercían sobre la población. Y, cómo no, llegaron los zombis, la más usada representación de la masa no pensante. Pero, si algo se asemeja a los hijos de Canino, esos son los robots.

En la universidad me enseñaron que lo que diga el director de la película no tiene valor, que lo verdaderamente importante es lo que se le pase por la cabeza al que se sienta a analizar una película. Con ese espíritu me lanzo a decir que lo que encontramos en Canino no es un adiestramiento, es una programación.

Uno de los grandes éxitos de los últimos años ha sido Westworld, la serie de la HBO de la que todos sabemos el argumento. Si has vivido en una cueva te lo resumo: un superparque de atracciones del oeste lleno de robots donde van las personas a fornicar y a asesinar a los autómatas para echarse unas risas y soltar la rabia que les produce no poder asesinar a sus jefes. Pero los robots son tan reales que empiezan a adquirir conciencia propia y tiene pinta de que se va a liar la de dios. Y se lía, en los últimos minutos del último capítulo de la temporada.

Recuerdo que viendo la serie no podía dejar de pensar en Canino. Al ver a los robots de Westworld observando una fotografía de nuestra época no podía dejar de pensar en la reacción de la hija mayor de la película de Lanthimos cuando visiona una película de Sylvester Stallone. De igual manera, veía a los diseñadores con sus supertablets haciendo cambios en la personalidad de los anfitriones y recordaba los casetes con los que los hijos aprenden palabras en Canino. Descubren que “excursión” es un material muy resistente, o la madre les enseña que un zombi es una florecilla amarilla.

¿Puede un robot ir de excursión si en su código no existen las excursiones? ¿Puede una persona querer abandonar la casa e ir de excursión si nadie le ha enseñado lo que es? Sí, claro que puede. Pero si, además de no saber qué es una excursión, le dicen que si sale del recinto de la casa un bicho terrible llamado gato le va a matar pues la cosa se pone más fea. Podríamos pensar también en la neolengua de George Orwell. O en la falta de apoyos a la cultura. O en la baja calidad de la educación.

Hablemos de educación. Imaginémonos que estamos programando un autómata. Le podemos “enseñar” que los pájaros vuelan y, en la misma jerarquía, que también sepa que los peces viven bajo el agua. Lo que nos encontramos en Canino son unos test muy curiosos. El padre hace unos exámenes a los hijos en los que les puede preguntar desde geometría hasta cuándo una persona está preparada para salir de casa (cuando se le cae el diente canino izquierdo o derecho). Tanto el área del triángulo como la edad para abandonar el hogar poseen la misma veracidad porque así lo determina el que educa, como lo que ocurre con el programador del robot. ¿Qué ocurre cuando en un mismo aula, incluso un mismo profesor, dice que dos más dos son cuatro y que Dios creó a Adán y Eva? Es sólo un ejemplo como también pueden ser los medios de comunicación. ¿Qué ocurre si verdades y mentiras se ofrecen juntas? ¿Sabemos diferenciarlas? ¿Vamos a realizar el esfuerzo de distinguir la verdad de la mentira?

Y de la religión pasamos al deseo carnal. ¿Hay algo que haga mover el mundo más que el sexo? El sexo es una necesidad humana que nos obliga a pasar a la acción. Ya no necesitamos salir de expedición a cazar, ni a recolectar, ni nada parecido. La única invitación a la acción proviene de nuestros genitales. ¿Qué ocurre cuando se automatiza el sexo? En Westworld las personas acuden para paliar sus necesidades y los robots padecen los abusos o se dedican profesionalmente a ello. En Canino, el hijo recibe regularmente la visita de una mujer que le quita el peso de encima. ¿No saltaría la verja de la casa de no ser así? Por otro lado, la hija se lanza, sin pensarlo dos veces y sin saber lo que aquello significa, a realizar trabajos bucales a cambio de una gratificación.

Hablo del hombre por la parte que me toca, ¿cómo afectaría a su vida tener relaciones sexuales periódicas sin tener que hacer nada para ello? ¿Seguirían los varones pagando altas entradas en las discotecas bajo la promesa de que el local está lleno de mujeres? ¿Seguiría habiendo peleas de machitos? Seguramente que sí, pero ante esta situación aparecen aplicaciones como Tinder, Grinder y demás que (según me han contado) ponen en contacto a personas que desean aliviar sus necesidades básicas (no todos, otros buscan el amor verdadero). La juventud que tiene un techo, un plato sobre la mesa y Tinder en el bolsillo, ¿de qué se va a quejar?

No me voy a poner en modo apocalíptico, no vivimos en 1984 ni en el universo de Lanthimos, pero el director griego apunta bien hacia las grietas. Un robot está preparado para decir sí o no, pero no dirá depende. Los hijos de Canino dicen sí o no pero no razonan. Nos encontramos en un mundo que se enmarca dentro de esa dialéctica. El mundo del blanco o el negro.

Pero aquí se supone que hemos venido hablar de cine y el cine es esperanza. La cultura es lo opuesto a la estrechez de mente. Canino es una película áspera para el espectador, es una película dura, que puede presentar situaciones aparentemente cómicas pero que en realidad no tienen nada de humorísticas. Es un relato claustrofóbico donde no se atisban salidas. Canino es una casa que sólo se abandona gracias a las realidades que te abre el cine.

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