mayo 31, 2023
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Análisis de un plano: The Wire

En esta entrega de «Análisis de un plano», el objeto de estudio es la magnífica serie de televisión The Wire, emitida por HBO entre 2002 y 2008, que trata del fracaso estrepitoso del experimento americano en la marginal ciudad de Baltimore. Sin embargo, en una serie que refleja el narcotráfico, la política, la educación, la comunicación y, en fin, la sociedad occidental con sus virtudes y defectos, y que, por tanto, está lleno de momentos de gran tensión, brillantez y dramatismo, uno de los planos más recordados por aquellos que la han visto no tiene nada de esto.

Aunque recomiendo que vean el vídeo, les pongo en situación: un pintoresco sicario de la mafia neoyorquina está buscando a un famoso bandido callejero de Baltimore, una especie de Robin Hood que se dedica a robar a los narcotraficantes. Se llama Omar y es homosexual reconocido. De esta forma, el acólito de este sicario busca a Omar en los bares de ambiente de la ciudad. El tipo es un poquito primitivo y se siente muy incómodo en estos entornos, por lo que terminará empujando violentamente a un hombre que intenta ligar con él. Y en este momento, en el espacio que ha dejado en el cuadro su pretendiente, aparece al fondo, como por casualidad y durante unos pocos segundos, uno de los personajes principales de la serie. Esta revelación arranca un: «¡Hala!» del espectador, que se queda con el momento grabado en la memoria.

A estas alturas, estamos casi en la tercera temporada, y conocemos perfectamente a Bill Rawls, el subcomisario sin escrúpulos del Cuerpo de Policía de Baltimore, que gusta de increpar abundantemente a sus subordinados utilizando insultos bastante creativos y que no tiene problema en arrastrarse delante de sus jefes y cumplir su voluntad con tal de medrar. Rawls es uno de los personajes más carismáticos de la serie, precisamente porque es un hijo de mala madre. Sin embargo, no parece en un principio que encaje en un estereotipo fijado de homosexual. Por otra parte, no se volverá a hacer ninguna otra referencia a su condición sexual en lo que queda de serie. Este fantástico plano, que tiene un valor estético enorme, nos permite llegar a dos claves de The Wire.

La primera es la inteligencia con la que la serie narra y presenta a sus personajes. No conocemos a los distintos personajes a través de explicaciones evidentes en el mal sentido, o de conversaciones inverosímiles que nadie sostendría en la realidad. Conocemos a los personajes a través de pinceladas, de trazos finos y sutiles que sugieren, más que muestran, una personalidad. Además del caso de Rawls, podemos encontrar otros ejemplos en Chris Partlow o Michael Lee. Este aspecto de la serie, como tantos otros, es excelente primero por la finura y la elegancia que le confieren a la narración, pero también porque este procedimiento de conocer es análogo a la configuración de nuestros propios esquemas en la realidad. Intuimos los caracteres de las personas que nos rodean por sus comportamientos, por su forma de mirar, y a lo mejor un destello casi imperceptible nos presenta toda una nueva gama de rasgos de los que no nos habíamos percatado. Digo que es un procedimiento análogo porque, al final, el autor decide qué nos muestra y qué nos deja mirar, pero no deja de ser loable este intento de verismo.

La otra clave, que también está relacionada con la voluntad de la serie de aproximarse a la realidad, es la desaparición de los roles de sexo como tales. Rawls y Omar Little, de los cuales sabemos que son homosexuales, no responden al estereotipo trabajado tradicionalmente por las series, en las que los personajes homosexuales quedan reducidos a meras comparsas con pluma. Ojo, no está mal mostrarlo así, porque existe. Pero la realidad es mucho más amplia. Y aquí vemos que dos de los personajes más testosterónicos, que más responden al estereotipo de masculinidad heterosexual tradicional y a los valores de heroísmo, valor, arrojo, inteligencia (sobre todo Omar), tienen una orientación sexual distinta. En este sentido, The Wire acomete la empresa de desligar la concepción de la masculinidad de una determinada orientación sexual, no con una intención didáctica, sino con una voluntad, insisto, de abarcar la realidad tal y como es.

Pero incluso la serie lleva esto un paso más allá, y atribuye los valores y comportamientos del estereotipo tradicional de masculinidad a algunos de sus personajes femeninos, porque esto también existe. Y ahí están la detective Kima Greggs, una de las policías más válidas del cuerpo, que rebosa mucha más fuerza que la mayoría de sus compañeros; y «Snoop» Pearson, una asesina tan temible como cualquiera de sus homólogos masculinos. Y este es uno de los aspectos, junto con otros muchos, gracias a los cuales The Wire se revela como obra maestra absoluta y cumbre de la edad dorada de las series de televisión.

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