Ahora que la quinta temporada de Juego de tronos ha llegado a su fin, conviene repasar y analizar el que es, quizá, el momento más polémico de esta entrega: el sacrifico en la pira de R´hllor (y Melisandre) de Shireen, la hija de Stannis Baratheon y princesa del reino para sus seguidores.
Pongámonos en situación. El ejército de Stannis se encuentra retenido en el camino hacia Invernalia por las nieves que ya anuncian el invierno en el Norte. Para el rey legítimo (al menos, según legislación vigente), la retirada no es una opción y espera con ansia un deshielo que pueda permitir tomar la capital de los Stark y ganar a los norteños para su causa. Sin embargo, ese deshielo no llega y, cuando se vuelve hacia Melisandre para pedir su ayuda, ella le propone un sacrificio terrible: quemar a su hija Shireen en una hoguera, ya que su sangre es sangre real.
Tras negarse inicialmente, Stannis terminará aceptando ese sacrificio. Como había predicho Melisandre, la nieve se deshace, pero a cambio, la mitad del ejército del candidato Baratheon deserta y se lleva los caballos y la mujer del Rey se suicida. Sin caballería y con sus fuerzas mermadas, Stannis es barrido por el ejército de los Bolton frente a los muros de Invernalia.
Esta decisión de Benioff y Weiss ha sido la que más ampollas ha levantado entre los seguidores de la serie esta temporada. En primer lugar, porque Shireen es una niña dulce, inteligente y de buen corazón, probablemente el único personaje con estas características que quedaba vivo en Juego de tronos. Es también importante el hecho de que en los libros esto no ocurre, es más, tanto Shireen como Selyse y Melisandre permanecen en todo momento en el Castillo Negro durante la marcha de Stannis hacia Invernalia. Una última crítica es que, en su afán por oscurecer el personaje del rey e impactar con las muertes de la serie, los creadores han introducido morbo cruel y gratuito que no aporta nada y que contradice el retrato que se había dibujado en las temporadas anteriores del portador del ciervo en llamas.
Vamos a ejercer de abogados del diablo y a defender el martirio a lo San Ramón de Shireen. Porque se pueden sacar virtudes de este camino elegido para llevar la trama de los Baratheon y porque por aquí, para qué engañarnos, nos dolió más lo de Barristan Selmy. En primer lugar, hay que señalar que la decisión de sacrificar a Shireen parece un paso muy estudiado y cuidadosamente construido por parte de los responsables. Hasta esta temporada, Shireen no había sido más que un accesorio que había servido para realzar el ambiente lóbrego en el que se mueve Stannis, y para hacer avanzar como personaje a Davos Seaworth. En esta quinta entrega, en cambio, sus minutos en pantalla han aumentado mucho, incluidos los que pasa junto a su padre. En este sentido, los guionistas de la serie sabían a dónde nos querían llevar desde el minuto uno.
Además, el sacrificio de la hija no es una idea que Benioff y Weiss se han sacado de la manga, sino que está extraída (como no podía ser de otra manera) de la mitología griega y, en concreto, de la ofrenda del rey Agamenón en Áulide. Tras el rapto de Helena, su marido, Menelao, y el hermano de este, Agamenón, organizan una expedición de castigo con el objetivo de destruir Troya y recuperar a la esposa tomada. Agamenón es el más poderoso de los reyes aqueos y, por tanto, lidera el ejército. Sin embargo, mientras se encuentra en el punto de reunión de la flota aquea, Áulide, comete la imprudencia de agraviar a la diosa Artemisa. Como castigo, los dioses no envían vientos favorables para que las naves puedan partir.
En esta situación, el adivino Calcante revela la voluntad de las deidades olímpicas: Agamenón debe dar la vida de su hija Ifigenia como ofrenda a Artemisa para que los vientos vuelvan a soplar. Tras algunas dudas iniciales, El rey de Micenas, al igual que Stannis, decide sacrificar a su hija en aras de una ambición mucho mayor, la de rendir Troya. Aunque finalmente los dioses salvan a Ifigenia, la mujer de Agamenón, Clitemnestra, no perdonará nunca a su marido que haya estado dispuesto a matar a su hija y, cuando regrese victorioso de la guerra de Troya, le abrirá la cabeza con un hacha. Al igual que en el caso griego, el infanticidio que comete Stannis es castigado con la deserción de sus hombres y la derrota.
Además de la referencia a la cultura clásica (que no es la única esta temporada, como Jon Snow bien podría atestiguar), esta es una culminación muy interesante a la evolución de Stannis. Stannis Baratheon es un personaje esencialmente trágico, un hombre consumido por una obsesión y destinado a perder desde el primer momento. Para empezar, es un segundón tras su hermano Robert. Cuando este muere, el objetivo de Stannis de recuperar el trono se convierte en una obsesión, pero no por la ambición de ostentar el poder, como se podría pensar. Se trata más bien de la fijación que el personaje tiene con la justicia y el cumplimiento del derecho, que se traduce en los dedos cortados de Davos Seaworth. Así, al ser los niños Lannister fruto de un incesto, él es quien ha de coronarse rey, porque así debe ser.
De esta forma, la quema de Shireen no se debe tanto al fanatismo por la religión de la sacerdotisa roja, un defecto del que Stannis nunca ha adolecido; y tampoco a una ambición desmedida que le impela a sentarse en el Trono de Hierro a cualquier precio. Es la necesidad de restablecer un equilibrio cósmico que él considera roto y que trasciende a su hija, a sus hombres, a Melisandre e incluso a él mismo. Por supuesto, un personaje así está destinado a ser destruido. Ya lo anticipa el fantástico plano (el que analizamos aquí) en el que aparece en primer término el rostro abrumado de Stannis y de fondo las llamas en las que se consume su hija. Junto con ellas, se está calcinando el amor, la familia y las aspiraciones del rey.
Si Stannis Baratheon puede encontrar redención, es en los momentos previos a la batalla frente a Invernalia. El rey ha decidido avanzar hacia la ciudad a pesar de todo y, cuando llega comandando una legión de soldados cansados, hambrientos y a pie, se encuentra con que la caballería de los Bolton carga estruendosamente contra él. El trabajo actoral de Stephen Dillane en este momento es sublime. Stannis agacha la cabeza, consciente de la terrible magnitud de su fracaso, vuelve a levantar la mirada y desenvaina la espada en una última actitud de desafío, antes de que los norteños arrollen a su ejército. De los muchos personajes que Juego de tronos ha dejado, Stannis Baratheon es uno de los más complejos, potentes e interesantes, y así debería ser apreciado. Hija asada a la parrilla incluida.